Un hombre que llegó a la cima, y consiguió sin embargo que en su declive, se le asociase de forma evidente con otro gran campeón que surgía. Esta semblanza simplemente intenta desgranar los motivos de ello, de que Pedro Delgado Robledo, se covirtiese en el único corredor español intachable por todos.
Segoviano de nacimiento, de familia muy normal, de esos mediados de años 60 de progreso en los que creció, Pedro comenzó a montar en bici como una afición, realmente como algo más. Devoraba el tiempo con sus modestas bicicletas, que fue renovando en cuanto pudo con los ahorrillos que conseguía vendiendo periódicos en sus primeros días de juventud. Era un joven español más, un chico corriente que cuando subía en su máquina se convertía en un peligro para sus rivales. Seguramente soñaba con emular a José Manuel Fuente o a Luís Ocaña, que en esos momentos batían el cobre a Eddy Merckx, el caníbal, que hacía casi siempre estéril la quijotesca lucha de los españoles contra él.
Después de la retirada de otros ilustres como Julito Jiménez, otro demasiado olvidado en la actualidad, y Fuente y Ocaña, comenzaba quizá la generación más brillante de la historia ciclista española. En diversos puntos del país estaban creciendo los ciclistas que por fin llenarían de forma total el corazón de la afición española, con un liderazgo unánime con Pedro Delgado. Nacidos desde mediados de los años 50, los José Luís Laguía, Alberto Fernández, Marino Lejarreta, Álvaro Pino, Ángel Arroyo, Pedro Delgado, Peio Ruíz Cabestany o Eduardo Chozas serán los abanderados de la generación de oro, del "boom" del ciclismo en España, los corredores que engancharon a mucha parte de la juventud contemporánea, y a los aficionados anteriores divididos.
Perico, como todos ya le llamaban era un corredor que todavía no estaba hecho. En el Tour había llegado a despuntar, así como había sido amarillo en la Vuelta, pero le faltaba fondo. Varias caídas además le impidieron brillar. Pero justamente fue lo contrario lo que le llevaría al éxito. Su progresión fue una carrera de fondo, con su calidad como base. Fue mejorando, fue puliendo detalles que le hicieron más fuerte, y venció en Luz Ardiden en una etapa apoteósica, aguantando a los escaladores colombianos bajo la niebla. Ese corredor, que acababa de ganar la Vuelta a España tras uno de los finales más extraños, misteriosos, espectaculares y, según algunas voces, compinchados de la historia, estaba casi preparado para dar el salto, para intentar lo máximo, que en España fue, es y seguirá significando Tour de Francia.
Un corredor espectacular, que no renunciaba a jugar sus cartas, y que encima cometía despistes que le hacían mucho más popular, todos recordamos su imagen con un paraguas protegiéndose de la lluvia, o hablando por uno de los pocos teléfonos móviles de la época con nosesabequién en medio de la etapa. Esa forma de ganarse al público, a todos, fue única, y es lo que le faltó a la frialdad de Miguel Induráin, por ejemplo. Perico caía bien fuera de la carretera, y en la carretera era un espectáculo, con su forma de bajar con el culotte casi rozando el tubular trasero. Muchos le llamaron "el loco" por aquello. Y su halo se hizo mítico en Luxemburgo. Nadie sabe qué hubiese pasado en caso de no perderse en las calles del gran Ducado. Pero su popularidad ha traspasado el ciclismo. Ese despiste es una leyenda popular dentro del deporte español.
Posiblemente no fue un corredor más talentoso que Induráin, o que el propio Luís Ocaña, o no subía con la capacidad de Bahamontes, pero sin lugar a dudas, Pedro Delgado, "Perico" para la afición, fue el corredor de todos.
Antes de aparecer en escena el "ogro" de los 90 Indurain,
el rey de la bicicleta en España fue, sin lugar a dudas,
Pedro Delgado. Con él y otros de su generación, el ciclismo
español abandona esa posición en la sombra que ocupaba en el
pelotón internacional para salir al exterior a competir en
igualdad de condiciones que los grandes de la época.
Su irrupción en la escena ciclista internacional se produce en 1983,
un año después de incorporarse como profesional al equipo Reynolds,
cuyo jefe de filas es por aquel entonces Ángel Arroyo.
En el Tour de ese año, los novatos del Reynolds, dirigidos por Echavarri, se aventuran más allá de los Pirineos "a ver que pasa".
En la cronoescalada del Puy de Dome, Arroyo y Perico dan la sorpresa ocupando los 2 primeros puestos y animando la carrera.
Sin embargo, ya por aquel entonces, comienzan a hacerse famosos también por sus temibles pájaras, como la que sufre Pedro en la etapa de Morzine a consecuencia de unos alimentos en mal estado, donde pierde 25 minutos.
En 1984 vuelve al Tour con ganas, pero en la etapa de La Plagne-Morzine
revienta el tubular delantero y va de bruces contra una valla fracturándose
la clavícula derecha. Aún llegó a meta, pero no tuvo más remedio que abandonar.
En la Vuelta a España de 1985 se estrena con su nuevo equipo, el Orbea.
Durante el desarrollo de la carrera su compañero de equipo Pello Ruiz
Cabestany y el escocés Robert Millar se perfilan como favoritos.
En la 18ª etapa, entre Alcalá y Segovia, Perico es 6º en la general a 6 min. y 3 seg. del líder Millar.
Sin embargo, no ha arrojado todavía la toalla: tras el ataque de Recio en el alto de Cotos y en un terreno que conoce, Perico se lanza tras él y le alcanza en la bajada de Navacerrada, llegando
los dos juntos a la meta con ventaja suficiente para que Perico gane su primera Vuelta.
Ese mismo año, Pedro vuelve al Tour, donde sólo consigue ser 6º y se adjudica la etapa de Luz Ardiden.
1986 es el año de su marcha al equipo holandés del PDM, donde quiere perder el miedo a la manera de correr de los extranjeros.
Ese año en el Tour las cosas se presentan bien: gana la etapa de Pau y ya se encuentra 5º en la general, pero el día 20 de Julio fallece su madre y, aunque su familia le insta a continuar, Pedro se retira al día siguiente en la etapa de Alpe D'Huez subiendo la Cruz de Hierro.
La Vuelta de 1987, que gana Lucho Herrera y en la que hace 4º, es una puesta a punto para el Tour. Este año será el de su duelo con Stephen Roche (que ese año había ganado ya el Giro y posteriormente ganaría el Mundial).
Su mano a mano con el irlandés es épico, con Perico atacando siempre que ve ocasión.
Uno de esos momentos es en la etapa de Villard de Lans, en la que posteriormente Perico se lamenta de no haber podido rematar a Roche.
En la etapa de Alpe D'Huez Delgado ya hace historia, puesto que es el primer ciclista español que se viste de amarillo en el Tour desde 1973.
Pero él quiere conservar ese maillot hasta Paris y para ello tiene que ampliar los 21 seg. que le lleva al irlandés. Por eso, en la etapa de La Plagne, Pedro ataca en el último puerto. Se marcha nada más empezar a subir con la idea de meterle 2 minutos a Roche de cara a la contrarreloj de Dijon. Sin embargo, empieza a flaquear a 3 km. de la meta y Roche recupera terreno.
Aunque en la misma meta el irlandés desfallece y han de aplicarle oxígeno,
sólo pierde 4 segundos y al día siguiente sale como una rosa.
En Dijon, Roche gana la contrarreloj con una ventaja de 1 min. 1 seg sobre Delgado, que queda finalmente 2º en el podio de Paris.
1988 es el año de Pedro Delgado. Esa temporada , comienza su preparación con el Giro de Italia, renunciando a correr la Vuelta a España, lo que causa cierto malestar en los organizadores la carrera y en ciertos círculos periodísticos cercanos económicamente a ésta. Sin embargo, parece que la preparación de esta temporada le va bien al segoviano: llega al Tour "como una moto" y el 14 de Julio ya se viste de amarillo en Alpe D'Huez, para ganar la etapa y aumentar su ventaja en la cronoescalada del día siguiente en Villard de Lans.
Todo va sobre ruedas cuando el día 19 en Burdeos sale a la luz la noticia del supuesto dopaje de Pedro Delgado. Aunque posteriormente se retiran los cargos contra él, todos estamos esos días pendientes y nerviosos, especialmente el propio Perico. Finalmente, el día 24, Perico sube de amarillo al podio de Paris.
Al año siguiente, 1989, Pedro Delgado retorna a la Vuelta a España, donde la buena forma del año anterior parece estar con él. En la etapa de Cerler se sitúa ya 5º en la general y gana la cronoescalada de Valdezcaray, quedándose a sólo 2 segundos del liderazgo: al día siguiente se viste de amarillo para no abandonarlo hasta el final.
Aun gana la contrarreloj de Valladolid a Medina del Campo. En la 20ª etapa, Parra, su más
firme rival, todavía tienes ganas de dar la batalla, pero no consigue la suficiente ventaja
para arrebatar el triunfo final a Perico. Es su segunda Vuelta.
Su momento de forma parece idóneo para afrontar el Tour. Sin embargo, un despiste en la etapa prólogo en Luxemburgo le hace perder 2' 40" al llegar tarde a la salida. El revuelo que se forma es monumental y Perico, acusándolo esa noche, pierde 5 minutos más en la contrarreloj por equipos del día siguiente: su desventaja es muy grande como para ganar el Tour. Sin embargo, durante toda la carrera, Pedro se mueve y ataca intentando limar diferencias y termina la ronda gala en tercera posición, a sólo 3'34" de Lemond (que le arrebataría el triunfo en la última jornada al francés Fignon).
Tratando de resarcirse de la mala suerte del Tour pasado, comienza el año 1990 en la Vuelta
a España, pero no puede revalidar su título frente al sorprendente italiano Giovanetti.
Acaba segundo, aunque nos sabe a poco a sus seguidores.
Todos confiamos en que la suerte le sea favorable en el Tour, pero esta vez una gastroenteritis
en los primeros días de carrera le impiden optar a la victoria. En la última contrarreloj
cede el tercer puesto de la general a Breukink.
No todo es mala suerte en ese Tour: el que será el relevo español de Perico comienza a destaparse. Miguel Indurain gana en Luz Ardiden y ya se empieza a pensar que puede llegar a ganar un Tour.